sábado, 18 de abril de 2020

Tras la ventana








En estos días,
la absorta mirada
habita tras los cristales
antes despoblados.

Entre miradas al cielo
y lágrimas,
han transitado pequeñas
y grandes nubes,
y se han abatido grandes
y pequeñas lluvias.


Y hasta mi patio
ha descendido
la primera aureola macilenta,
de los hasta ahora ignorados
estambres silvestres,
colmados de pétalos
y viento en calma.


Son un regalo del cielo,
las abejas las saludan
todas las mañanas,
sobrevuelan en zumbido
el manto esparcido
y tintado
de pálido ambarino.


Impregna su color
todo lo que la mirada abarca,
la que queda de la tristeza
se embarra de vida.

Cuando se silencia
la arboleda de ruidosos sinsentidos,
resplandecen los trinos,
antes confusos,
antes caídos en desgana.


Aquí,
tendido en lo inerte
de estos barrotes hirientes,
de un tiempo atrapado
entre sus entrañas,
tan solo desato los cordones
de mis pensamientos,
para alzar unas plegarias,
enzarzadas, entre unos fútiles
versos, anonadados de desgarro.


Tantos caminos rotos,
por un mundo que se estanca.

Habrá que reflexionar
sobre el cuerpo y el alma,
donde las flores siempre serán
el centro del espíritu que nos habita.

Todavía no somos
lo quede en verdad seremos,
y por el camino
recogemos lo que la providencia
nos habla.


Qué mirada,
la del cristal tras la ventana,
mientras hiende el horizonte
en busca del agua azul.
de un mar,
no muy lejano,
pero tan transcendente
que cuando vea un ángel,
si la providencia así lo desea,
volará tras su estela
de vuelta al inicio,
con todo su ser
y con toda su alma.


Y cuando llegue el despertar,
tengo en fe
ver a mi lado a todos,
y a cuantos mi alma alcanza.

Este sueño
tiene sus trazos ceñidos
a un tiempo finito,
que un día, no muy lejano,
será puerta y verso translúcido,
que abandonará su camino
de almendros,
para transfigurar la escarcha de la noche,
en una ligera brisa,
de cálida sonrisa,
que remolque con mi alma.


Somos carne
de un mundo de cenizas y tierra,
que apenas comienza,
ya casi agoniza,
pero el alma, si Dios quiere,
es y será eterna