Y es que…,
las copas de los
árboles
se tiñen de azul,
las coronas de las
flores
revestidas de blanco
frío,
alumbran la noche
con el resplandor de
la luna.
Y es que…,
apenas despierto
ya aúllan las
palabras ajenas,
llenas de piedras
como si fueran el
camino.
Y a pesar de los
recovecos,
de los cantares
mudos,
de las estrellas
apagadas
cuando llega la
Navidad…,
todo se desvanece
y surge de nuevo la
magia,
un tanto forzada y
extraña,
pero desteñida de
la tristeza
que al anochecer me
embarga.
Y es que…,
quiero ser libre de
los barrotes carnales,
ser luminaria de
dorados belenes
y traer de nuevo
quizás como de
vuelta,
la esperanza de un
apócrifo reencuentro,
que aunque sé, que
nunca llegará,
nunca pierdo la
mirada de la esperanza.
Y sonrío,
porque a pesar de
todo,
al final del camino,
allí estarás tú,
mi alma
yo,
tu alma.
Y ni la luna,
ni el sol de
medianoche,
dejará impune
aquel muro
que nos cobijó
cuando el amor aún
era de vida.