Te
conocí una tarde,
yo
paseaba de la mano de una búsqueda que no imaginaba
trenzaba
mis pensamientos desabrochando los huecos que ajaba mi soledad
espiaba
el viento que pasaba cercano sin inmutarse de mi estado de desaliento
alargaba
la mano al cielo pensando que tú todavía estarías allí
esperándome
o
quizás naciendo en algún recóndito rincón de este extraño mundo
de
pronto te reconocí
estabas
sentada en la vera de una luna
una
suave playa de letras y espíritus
que
oteaban las alas de las blanquecinas olas
sentí
que estabas en mi
tan
adentro que decidí nunca más alejarme de ti
eras
mi reencontrado espejo
ese
rasgo que aunque único en mi
en
ti me llenaba de gratitud hacia la vida
tan
sólo tenia que alargar mi mano
y pintar tu nombre en mi acera
y pintar tu nombre en mi acera
y
allí estarías tú por siempre
caminándonos
y sintiéndonos tan cerca
recordándote
en mi memoria
nacimos
los dos de esta intrincada noria
que
es el retorno de la aurora a la vida.
3 comentarios:
Hay tanta magia en tus palabras como en la sensación que ofreces al leerte..
Eres el poeta de la sensibilidad y eso lo llevan cada uno de tus versos.
¡Precioso poema!
Un beso grande,mi querido poeta.
El reencuentro que una y otra vez se aviene a darse. El reconocerse y el saberse.
Abrazos
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