lunes, 2 de marzo de 2020

Erase una vez an ángel...


Una vez
vi un ángel
cuyas alas
estaban rotas
y su cuerpo magullado
por el desamor.

Aún así,
su belleza
no tenía parangón,
tanto era así
que enseguida
me enamoró.

Aún hoy,
en esta triste estancia
de la noche, su recuerdo,
tras mas de diez años,
sigue anidando
en mi corazón.

El amor
que insufló
con sus alas apagadas,
nunca me dejó.

Tanto y tanto amó,
y amó, que tan solo
dejar de verla
fue como dejar la puerta
de la vida
cerrada a la ilusión.

Si de nuevo
la viera, sería como estar en el cielo,
junto a las estrellas
donde sus alas dejó.

Y si
de nuevo, algún día,
muero,
con tan solo desear
voler a ver
el resquicio
de sus alas blancas,
la vida
renacerá para siempre
en lo mas profundo
de mi corazón.


Es tanto el amor
que inspiró el ángel al partir,
que nunca dejaré
de escuchar en el batir de sus
alas blancas,
lo eterno del sueño
que por dentro,
y por siempre,
me enamoró.


Siempre
soñaré
su dulce rostro,
junto al vuelo
de aquellos pequeños
pétalos blancos
que en primavera
dejaron su color,
luminoso, eterno,
hasta que de nuevo
renazcamos juntos
como niños
cogidos de la mano,
en el eterno
Edén de la ilusión.




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